#84 We're in no rush.-
Llevo rato pensando en si la espera me encanta o me mata. No me refiero a la espera en la puerta de Correos, la cola para embarcar o el tiempo que pasa entre que tus amigos te dicen "ya salgo" y llegan.
Me refiero a la espera de algo importante, de alguien importante. Esa antesala llena de nervios y miedos. De millones de posibilidades. De desastres y fuegos artificiales potenciales. Esa certeza de que lo que está por llegar te moverá los cimientos y llenará conversaciones.
Con ciertas esperas me pasa como con las horas antes de salir al escenario o los minutos previos a una primera cita. Siempre me pregunto por qué me he colocado voluntariamente ahí. Por qué no doy media vuelta. Por qué tengo que sentir este nudo en el estómago y esta tensión en la mandíbula.
Con los años he ido desarrollando un método para no salir corriendo. Me digo a mi misma que sentir es un privilegio. Que ni por todo el oro del mundo cambiaría esta incomodidad por el aburrimiento.
A lo mejor sí que me gusta la espera. A lo mejor valdrá la pena. A lo mejor será una buena anécdota.
Y mientras espero he seguido a nuevas y creativas amigas a lugares inspiradores. En Art Photo descubrí el talento de Marc Vila Catalá.
Las luciérnagas maravillosas de Luca Pagliari.
Y el colectivo Las Figas, que propusieron un juego maravilloso con sus fotos.
También conocí a Alex Llovet, fotógrafo, editor de fotolibros y la mitad de un grupo que marcó mi adolescencia The Pinker Tones. Me dedicó su libro 'Las fotos que nunca hice' y lo devoré en dos días.
En mi cabeza tengo grabadas muchas fotos que solo existen en mi memoria, momentos en los que quise disparar pero decidí que no era el momento de sacar la cámara. Como ese viaje en taxi colectivo en Oaxaca, al lado de una chica de mi edad con un bebé dormido en brazos. Ella miraba por la ventana con una sonrisa llena de paz y de cansancio. Vi la foto que sería y decidí no hacerla. Quise guardarme ese momento para mí sin romper la realidad, sin colocarme en un lugar inadecuado.
Y hace poco, en un rodaje, decidí que sí, que esa foto la iba a hacer. Llevaba horas viendo a una chica joven, aprendiz de bombera, valiente, con los ojos más llenos de luz que he visto nunca. Y antes de que se fuera, le pedí un retrato.
Esta semana, Berta, a la que conocí en un surfcamp en Cantabria hace años, me llevó a unas charlas sobre arquitectura en transición. "Un poco random" me dijo al llegar. Nos reímos y cuando acabó nos llevamos como premio unos libros y revistas maravillosos de los estudios de arquitectura que estaban allí. Son preciosos.
Ahí descubrí proyectos de vivienda preciosos como este cohousing en Namur, Bélgica.
O estas piscinas a l'aire libre en Bruselas.
También he estado metida dentro del universo de memes, tendencias, arte y psicodélicos de Emily Segal. Un libro que me ha llevado a un universo que desconocía pero en el que me he divertido muchísimo.
Y vería mil veces ‘Tokyo pop’, una película maravillosa de 1988 que ha recuperado Filmin y que tiene todo lo que me gusta. Qué ganas de volver a Japón.
Y después de escucharlos en el Primavera, he estado en bucle con Royel Otis. A ellos les debo el título de hoy.
Feliz domingo :)