#83 Hace tiempo que no pienso en el horror.-
Estos días he vuelto a tener ataques de risa. Y me he dado cuenta de lo mucho que los había encapsulado en las últimas semanas. Ahora mis cervicales ocupan de nuevo un espacio compatible con la vida, he podido ir a pilates tres días y solo en mis sueños (todavía) voy como pollo sin cabeza. Pero la locura del último mes ha valido la pena. (Casi) siempre la vale. Y me ha permitido comprarme un billete de avión a mi próxima aventura.
He pensado mucho estos días en qué le pedimos a la vida. Hace un par de días mi tío de casi 80 años me contó que para él la felicidad es coger la moto e ir a comer una ensalada de col y unos nuggets al Kentucky (pronunciado óbviamente a la española) . Al día siguiente me mandó una foto desde allí para dejar constancia de que la cosa iba en serio.
Yo hay días en los que solo necesito dormir en una cama con sábanas limpias con olor a suavizante. Hay días en los que solo pido despertarme sin despertador y tener tiempo para ir a uno de mis cafès favoritos. Otros, le pido a la vida el mundo entero.
El viernes al salir del trabajo me hicieron feliz muchas cosas. Permitirme el lujo de darme un masaje (que manos mágicas tiene Gisele de Pampa Studio!), leer tranquila en una cafetería de madera en la que solía trabajar post pandemia, estar y reirme con mis amigos y ver la película Segundo Premio.
Disfruté tanto con los juegos de guión y realización, tanto con la música. Fue como volver a un momento iniciático musical, fue entender de repente sus letras desde otro lugar. Ahora solo tengo ganas de escuchar a Los Planetas en bucle. Solo tengo ganas de montar un grupo.
También vi esta semana Slow, en Filmin. Una historia de amor en el que uno de los dos es asexual. Me gustó mucho el juego con la danza, el paralelismo entre lo corporal y sensorial y la asexualidad. Y por encima de todo me gustó la banda sonora.
Y gracias al FESesDESIGN de la Escuela Superior de Diseño de Barcelona he descubierto el Torelló Mountain Film Fest, a 70km de Barcelona. La creadora de la identidad del festival es la diseñadora Ingrid Picanyol, quien, hace unos años, propuso centrar cada edición en un lugar del mundo. Eso permitía generar actividades paralelas al festival y diseñar un cartel que contara una historia del lugar.
Desde las auroras boreales de Groenlandia (con mensajes ocultos) al ritual de crear mandalas con arena en el Tibet (para después destruirlas barriendo la arena), a una lápida como símbolo de los recursos naturales que mueren.
En el festival del diseño también descubrí el trabajo de la agencia Hey formada por mujeres creativas y que han creado etiquetas de producto tan bonitas como estas. La última por cierto, fue diseñada manualmente, con pintura real y después trasladada digitalmente con fotografías 360.
Y más cosas inspiradoras.
Y la banda sonora de hoy es la canción con la que llevo obsesionada semanas. Una canción que surgió cuando uno de los miembtos del grupo encontró en Facebook una noticia que apareció en una revista de Madrid de los años 30 en el que se preguntaba a los vecinos de una corrala qué harían si les tocaba la lotería, a lo que un señor contestó:
“Yo si me tocara el Gordo lo que haría es darme una vida cañón, se acabó el ir de claque a los teatros y el ver los toros desde la andanada del 6, mi butaquita, mi tendidito y además a viajar, iría a Burgos, de donde era mi padre y a Soria, de donde era mi madre, me compraría un gramófono y a la parienta un mantón”.
Con esto Alcalá Norte escribieron este himno, al que le debo el título de hoy.
Feliz domingo :)