#22 El mundo de los reinicios infinitos.-
Son las tres de la mañana y dudas entre irte a dormir o seguir en esa fiesta. Te quedas. Esa noche ves salir el sol. Recibes un mensaje que te molesta y sin pensarlo demasiado contestas airada. Y algo se rompe ahí. Te proponen ir a un concierto y ese día decides que no, que estás demasiado cansada. Te vas a casa y ese día no te pasa nada. Estás de viaje y puedes hablar con un grupo de desconocidos o seguir la ruta tú sola. Te unes a ellos. Y esa tarde conoces a tu mejor amigo. Sales del trabajo y no sabes si irte al cine o unirte a tus colegas. Te vas con ellos y tienes una discusión de la que no hay vuelta atrás.
¿Qué hubiera pasado si en cada una de esas dudas hubieras tomado otra decisión? ¿Seguirías aquí? ¿Seguirías siendo tú? ¿O serías otra? ¿Tenía que pasar lo que pasó? ¿Está escrito? ¿Podemos volver atrás? ¿O no vale la pena?
A veces me gustaría tener una máquina del tiempo y volver a esos momentos de break para remontar lo que no salió como me hubiera gustado, para dar otra respuesta, para ser otra versión de mi misma, para ver si realmente me perdí algo no yendo a esa cita, a esa fiesta, a ese viaje, a esa cena. Otras, no. Me limito a confiar en mi yo del pasado, con sus torpezas, sus errores, sus acelerones, su impaciencia. Y a seguir con el juego.
Sobre todo esto va este artículo del The New Yorker con el maravilloso título de "What if we could do it all over?". Lo leí sin saber que se publicó durante la primera etapa de pandemia, cuando las vidas posibles flotaban como fantasmas a nuestro alrededor.
Lo leí con una media sonrisa. Dice cosas como:
“La elevación de la elección como un bien absoluto, la experiencia del azar como una extraña afrenta, el número cada vez mayor de decisiones emocionantes y agobiantes que debemos tomar, la revisión del pasado para mejorar los resultados futuros. Todo esto alimenta esas personas que no somos”.
“Parte del trabajo de ser una persona moderna parece ser soñar con vidas alternativas en las que no tienes que soñar con vidas alternativas”.
Precisamente, sobre la historia detrás de la creación de la colección de libros ‘Elige tu propia aventura’ va este artículo que me fascinó hace un tiempo y que tiene una ilustración maravillosa.
“La advertencia al comienzo del libro te decía: “Recuerda, no puedes volver atrás!” Pero por supuesto que puedes, y lo haces. Al cabo de unos cuantos libros, las advertencias dejaron de ser “No puedes volver atrás”.
Entendían que volver atrás era la gracia, no la toma de decisiones como tal si no el poder volverlas a tomar, la revocabilidad de todo. En la infancia, puedes recuperar las cosas. Es una pequeña compensación por tener tan poco poder”.
Detrás de la colección de las posibilidades infinitas había dos padres divorciados que, como todos, cada noche tenían que inventar cuentos para sus hijas, haciéndolas protagonistas de imaginativas aventuras. Empezaron a crear las historias de los libros junto a ellas, hasta el punto que les otorgaron su autoría del concepto, título y asesoramiento editorial en los créditos de muchos de los libros, por los que siempre recibieron un porcentaje de royalties.
Y justamente sobre la creación de mundos paralelos, el proceso creativo, el juego y sobre todo, la amistad también va el hype editorial de los últimos meses ‘Mañana y mañana y mañana’ de Gabrielle Zevin. Un hype merecidísimo. He vivido feliz dentro de sus 500 páginas, creando videojuegos con los protagonistas, sintiendo su electricidad, los desencuentros, los malentendidos, el amor de mil capas, la creatividad compartida, las contradicciones de hacerse mayor y Macbeth de fondo. Todo me lleva al teatro últimamente, sí.
La autora construye vínculos complejos, nada obvios y eleva esa sensación tan familiar para mí como es la de trabajar con amigos, lo bonito de crear juntos y explorar el poder de la imaginación. Hay un fragmento que dice:
“-¿Esto no es la definición de locura?’ ¿Hacer la misma cosa una y otra vez, pero esperar un resultado diferente?
-También es la vida de un personaje de videojuego. El mundo de los reinicios infinitos. Vuelve a empezar desde el inicio, esta vez podrías ganar.”
Quizás por esta posibilidad infinita, últimamente siento fascinación por las imágenes realizadas por inteligencia artificial (con todas las contracciones que eso supone). Y una de las artistas que me ha sorprendido esta semana es Coco Dávez. Hace años que la sigo y supongo que no vi venir el giro hacia este mundo digital. Sus últimas fotos son brutales.
Me hace gracia que mucha gente le pregunta en los comentarios dónde pueden encontrar esos lugares. No entienden que, por ahora, solo están en su imaginación.
Y sobre lugares reales a los que escapar y olvidar la vida mundana y el frío del invierno va la fotoinspiración de la semana.
Yo también he cogido un tren y he dejado en stand-by todo lo que absorbe mi energía estos días. Llegué a decir la frase “Yo sí o sí me voy de Barcelona unos días". Ella, fugitiva. Llevo encima un nuevo libro y un nuevo carrete. Con esa emoción de estrenar. El último revelado me llego hace unos días y estoy muy contenta con el resultado. Todos los de Dubblefilm son lo más, este es el Jelly.
En los pocos momentos muertos de esta enésima semana de trabajo y ensayo, me he sumergido en el último Ciberlocutorio de Andrea Gumes y Anna Pacheco con la escritora Marta Jiménez ‘Tenemos tanto en común!’ sobre las todos los condicionantes en la elección o el encuentro de pareja.
“Hay estudios que dicen que existe el apareamiento asortativo, que no solo buscamos gente con costumbres o estilo de vida parecido si no gente con estudios y poder adquisitivo parecido y también gente que se nos parezca por altura o masa corporal”.
Se habla también sobre el fin (o no) del amor y sobre el nunca encontrarse en los lugares que has frecuentado con alguien. Esas vidas que se cruzan sin cruzarse en una ciudad donde desde una punta se ve la otra. Qué pequeña e inmensa es Barcelona a veces.
Feliz domingo :)