#21 Lost in translation en Alcobendas.-
Esta semana he tenido que ir a Madrid por trabajo. Solemos alojarnos en el mismo hotel, en medio de una rotonda de un polígono industrial de Alcobendas. Un no-lugar que ya siento un poco como casa.
Recorría el pasillo de la tercera planta cargadísima y acalorada (nunca acierto con la temperatura de esta ciudad) cuando de repente me vi en modo automático, como si estuviera en otra dimensión, casi fuera de mi cuerpo.
No entendí nada hasta que me di cuenta que me habían dado la misma habitación que la última vez. Y de repente todo me pareció un deja-vu. Volvía a febrero, a otras preocupaciones, a otras risas. Y ya no sabía ni dónde estaba ni porqué.
Me puse a pensar en por qué a mi me repelía tanto volver exactamente al mismo lugar, misma distribución de cama-escritorio-butaca. Porque me desconcertaba tanto. ¿Preferirá la gente alojarse siempre en el mismo lugar para sentirse a gusto? ¿Seré yo la única que necesita un espacio nuevo en cada ocasión? ¿Son los hoteles casa y no casa a la vez?
Unos días después, me pasé 24 horas despierta. Y, sorprendentemente, con una energía sobrenatural. Sentí que el día, la noche y el siguiente día me daban todo lo que necesitaba. Unas ganas de vivir inmensas, la maravilla de lo inesperado, la magia de lo improvisado, el tiempo suspendido, exprimido, extendido, compartido, saboreado. La conexión inexplicable con personas desconocidas que de alguna forma solo existen durante esas horas, con sus historias, sus conversaciones surrealistas, y después se desvanecen. La euforia que solo dan la noche, la cerveza y la música electrónica.
Siento de alguna manera que esta semana le he ganado el pulso al reloj. Que el tiempo me ha dado minutos extra y emociones extra. Logré ir a un concierto (casi) entero entre semana y conseguí llegar a ensayo a la hora.
Y mientras estaba allí, rodeada de personas probablemente 10 años más jóvenes que yo, me di cuenta que muy pocos tenían sus teléfonos en alto. Muy pocos grababan fragmentos del concierto. Y pensé que quizás me había despertado en un universo paralelo donde nadie subía stories anunciado dónde estaba y con quién. O que quizás me había hecho simplemente mayor.
Mi microdosis de belleza e inspiración de esta semana han sido las fotos de estos artistas. Hay mucho espejo, sensación de libertad y una fluidez que quiero para la semana que empieza.
Y gracias a la escritora cubana (que no me cansaré de recomendar) Dainerys Machado he descubierto el fotógrafo ruso afincado en Viena Reiner Riedler y esta serie maravillosa de fotos de un circo en decadencia.
Y en otro orden de cosas, a través de este artículo he descubierto que la semana que viene el Design Museum de Londres inaugura la primera exposición de Ai Weiwei centrada en el diseño, titulada Making Sense. En ella, el artista muestra objetos cotidianos convertidos en arte como un casco de obra hecho de cristal, una caja de comida para llevar toda de mármol blanco e incluso un rollo de papel de WC también de ese material. Pero la estrella es este mural en el que recrea el cuadro de los nenúfares de Monet con 650.000 piezas de Lego.
Ai Weiwei he añadido al cuadro una misteriosa puerta oscura simbolizando la cueva bajo tierra en la que vivió junto a su padre durante su exilio en los años 60. Dice:
"En 'Water Lillies #1’ integro la pintura impresionista de Monet, que evoca el zen en Oriente, y experiencias concretas de mi padre y mías en un lenguaje digitalizado y pixelado. Los ladrillos de juguete como material, con sus cualidades de solidez y potencial de deconstrucción, reflejan los atributos del lenguaje en nuestra era de rápido desarrollo en la que la conciencia humana se divide constantemente".
Hace unos años Lego se negó a mandarle a Ai Weiwei un pedido enorme de piezas para una de sus instalaciones alegando que no quieren estar implicados en proyectos políticos. Pero viendo la que se armó, cambiaron su política de empresa. Aceptan pedidos, pero no preguntan el fin de los mismos. Eso sí, niegan apoyar cualquier iniciativa que se haga con sus piezas.
Ojalá Londres de nuevo. Estos días Barcelona huele a azahar y suena así. Conocí a estos artistas en un ático con vistas a la Rambla y me parece un temazo.
Feliz domingo :)